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La iglesia católica y los apócrifos

 HISTORIA DEL CANON BÍBLICO

I – ANTIGUO TESTAMENTO

La iglesia católica y los apócrifos

Jerónimo
Jerónimo

Jerónimo (siglo V), el traductor de la Biblia al latín – la Vulgata – que ha llegado a ser la Biblia oficial católica, fue el último escritor de la iglesia que arguyó enérgicamente a favor de no aceptar nada sino los escritos hebreos y de rechazar los apócrifos

Sin embargo, la mayoría de los dirigentes de las iglesias occidentales aceptaron en sus días los apócrifos y les dieron la misma autoridad que al Antiguo Testamento. Esto se puede ver por los escritos de varios autores de la Edad Media, por algunas enseñanzas de la Iglesia Católica Romana que se basan en los apócrifos y por las decisiones tomadas por diversos concilios regionales de la iglesia (Hipona en 393, Cartago en 397).

En términos generales, la iglesia occidental generalmente ha reconocido los apócrifos como del mismo valor que los libros canónicos del Antiguo Testamento, pero los escritores de las iglesias orientales generalmente los han usado mucho más escasamente que sus colegas occidentales.

El primer concilio ecuménico que tomó un acuerdo a favor de aceptar los apócrifos del Antiguo Testamento fue el Concilio de Trento.

El propósito principal del Concilio de Trento fue trazar planes para combatir la Reforma. Puesto que los reformadores procuraban eliminar todas las prácticas y enseñanzas que no tenían base bíblica, y la Iglesia Católica no podía encontrar apoyo para algunas de sus doctrinas en la Biblia a menos que los escritos apócrifos fueran considerados como parte de ella, se vio forzada a reconocerlos como canónicos.

Esa canonización se efectuó el 8 de abril de 1546, cuando por primera vez fue publicada por un concilio ecuménico una lista de los libros canónicos del Antiguo Testamento. Esa lista no sólo contenía los 39 libros del Antiguo Testamento, sino también 7 libros apócrifos* y adiciones apócrifas a Daniel y Ester. Desde ese tiempo, estos libros apócrifos – ni aun reconocidos como canónicos por los judíos – tienen el mismo valor autorizado para un católico romano que cualquier libro de la Biblia.
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¹ “Caveat omnia apocrypha. Et si quando ea non ad dogmatum veritatem, sed ad signorum reverentiam legere voluerit, sciat non eorum esse, quorum titulis praenotentur: multaque his admixta vitiosa, ET GRANDIS esse prudentiae aurum in luto quaerere. “

Let her avoid [the church] all apocryphal writings, and if she is led to read such not by the truth of the doctrines which they contain but out of respect for the miracles contained in them; let her understand that they are not really written by those to whom they are ascribed, that many faulty elements have been introduced into them, and that it requires infinite discretion to look for gold in the midst of dirt.”

Qu’elle prenne garde de ne rien lire d’apocryphe, ou si elle en lit quelque chose, que ce soit plutôt pour apprendre l’histoire de ce qui y sera rapporté que pour s’instruire des mystères de la foi. Qu’elle se souvienne que les auteurs de ces livres ne sont pas ceux dont ils portent le nom, et qu’il faut, avoir beaucoup de discernement pour dé couvrir l’or dans la fange. “

“Evite ella [la iglesia] todos los escritos apócrifos, y si es inducida a leer los tales no por la verdad de las doctrinas que contienen sino por respeto de los milagros contenidos en ellos, comprenda ella que no fueron realmente escritos por aquellos a quienes se los atribuye; que en ellos se han introducido muchos elementos imperfectos y que se requiere infinita discreción para buscar oro en medio de la escoria”¹ (Carta CVII a Laeta, párrafo 23, cita traducida de A Select Library of Nicene and Post Nicene Fathers of the Christian Church [Una selecta biblioteca de Padres de la iglesia, nicenos y postnicenos], 2.a serie, t. VI, p. 194).

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* Como se señala a lo largo de nuestro estudio, ellos son: Libro de Tobías, Libro de Judit, primer Libro de los Macabeos, segundo Libro de los Macabeos, Libro de la Sabiduría, Libro del Eclesiástico, Libro de Baruc. A los libros apócrifos también se los ha llamado “deuterocanónicos”; literalmente, “de segunda inspiración”, o “de inspiración posterior”.

El hecho es que los judíos (entre ellos Josefo, el conocido historiador eclesiástico), fieles custodios de los libros del Antiguo Testamento, han rechazado los libros apócrifos hasta hoy. Por su parte, prominentes padres de la Iglesia, como Orígenes, Hilario, Gregorio y Eusebio no los aceptaron como canónicos. Tampoco Jerónimo, el traductor de la Biblia al latín en la versión llamada la Vulgata, como puede verse en su enfática declaración: “Los libros de Judit, de Tobías, de la Sabiduría, del Eclesiástico, de los Macabeos, no son canónicos”.

En su Diccionario de controversia, Teófilo Gay indica varias razones para no incluir los libros apócrifos entre los canónicos: la ya mentada de su rechzo por los judíos y por varios padres de la Iglesia; su aceptación tardía como canónica por la Iglesia Católica; otra razón es que a diferencia de los libros del Antiguo Testamento aceptados por todos como canónicos, los cuales fueron escritos en hebreo (con algún trozo en lengua aramea intercalado), la mayoría de los apócrifos fueron escritos en griego. Por último, otras dos razones muy valederas para excluirlos del canon: una, que Jesús y los apóstoles citaron los libros canónicos (y con ello los autenticaron), y nunca los apócrifos; y otra, que los apócrifos incurrem en errores doctrinales y contradicciones, cosa inaceptable desde el momento que la Inspiración no está dividida, ni jamás se contradice: “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme á esto, es porque no les ha amanecido” (Isaías 8: 20).

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LA HISTORIA DEL CANON BÍBLICO

I – ANTIGUO TESTAMENTO

Introducción

El canon

División antigua y moderna del Antiguo Testamento

Antes del exilio en Babilonia

En el tiempo de Esdras-Nehemías

Entre Nehemías y los Macabeos

Desde los Macabeos hasta Cristo

El testimonio de Cristo y los apóstoles

Testimonios de judíos del primer siglo

En la iglesia cristiana primitiva

La iglesia católica y los apócrifos

Criterios protestantes acerca del canon

Resumen

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Oración de Manasés

Los Apócrifos

Oración de Manasés

De acuerdo con el registro bíblico, Manasés fue el rey más malvado de Judá (2 Reyes 21:1-18; 2 Crónicas 33:1-20). Sin embargo, cuando uno de los monarcas asirios (tal vez Esar-hadón o Asurbanipal) lo lleva cautivo a Babilonia, reacciona y ora a “Jehová su Dios, humillado grandemente en la presencia del Dios de sus padres” (2 Crónicas 33:12).

Esta plegaria, que lo conduce a su restauración a Judá y a su trono, es registrada “en las actas de los reyes de Israel” (vers. 18). La Oración de Manasés apócrifa pretende ser esa súplica recuperada. Sus 15 versículos trasuntan un espíritu de sincera penitencia y profundo sentimiento religioso, aunque realmente no es la oración auténtica del rey de Judá.

Esta corta obra no está entre los libros aceptados por la Iglesia Católica en el Concilio de Trento, y en las ediciones autorizadas de la Vulgata Latina se la coloca como un apéndice de los apócrifos. Originalmente la incluían tanto la Biblia alemana de Lutero como la KJV. Fue incluida en la Biblia del Oso¹ de 1569 y en la Geneva Bible de 1599.

Esta obrita parece ser un salmo penitencial escrito quizá en el siglo I a. C.

 

El principio de la Oración de Manasés, encontrada en la Biblia del Oso¹ de 1569.

¹ La Reina-Valera, también llamada Biblia de Casiodoro de Reina o Biblia del Oso, es una de las primeras traducciones de la Biblia al castellano. La obra fue hecha a partir de la traducción de los textos originales en hebreo y griego y fue publicada en Basilea, Suiza, el 28 de septiembre de 1569. Su traductor fue Casiodoro de Reina, religioso español convertido al protestantismo. Recibe el sobrenombre de Reina-Valera por haber hecho Cipriano de Valera la primera revisión de ella en 1602.

Prayer of Manasseh – New Revised Standard Version (NRSV)

Oración de Manasés – (NRSV)

1. Oh Señor Todo poderoso,
Dios de nuestros antepasados,
de Abraham y de Isaac y de Jacob
y de sus justos descendientes;

2 . tu que hiciste el cielo y la tierra
con todo su orden;

3. quién encadenaste el mar por tu palabra de comando,
que confinó lo profundo y que sellaste con tu terrible y glorioso nombre;

4 en quién todas las cosas se estremecen,
y tiemblan ante tu poder,

5 porque tu esplendor glorioso no se puede aguantar,
y la cólera de tu amenaza para los pecadores es incalculable;

6 sin embargo, inmensurable e inalcanzable
es tu misericordia prometida,

7 Tu eres el Señor Altísimo,
de gran compasión, continuo cuidado, y muy misericordioso,
y tu te aplacas ante el sufrimiento humano.
O Señor, de acuerdo a tu gran bondad
Tu has prometido arrepentimiento y perdón
a los que han pecado contra Ti,
y en la multitud de tus misericordias
tu has designado el arrepentimiento para los pecadores,
para que puedan ser salvados.

8 por lo tanto tu, O Señor, Dios de los justos,
no has designado el arrepentimiento para el justo,
porque Abraham, Isaac y Jacob, no pecaron contra ti,
pero tu has designado el arrepentimiento para mí, que soy un pecador.

9 Porque los pecados que he cometido son más en número que la arena del mar;
mis transgresiones son multiplicadas, O Señor, son multiplicadas!
No soy digno mirar para arriba y ver la inmensidad del cielo
debido a la multitud de mis iniquidades.

10 Me siento pesado, como atado con muchas cadenas de hierro,
y por eso soy rechazado debido a mis pecados,
y no tengo ningún alivio;
porque he provocado tu cólera
y he hecho lo que es malvado en tu vista,
creando abominaciones y multiplicando ofensas.

11 y ahora doblo la rodilla de mi corazón,
implorándote tu amabilidad.

12 He pecado Señor, he pecado,
y reconozco mis transgresiones.

13 Honestamente te imploro,
perdóname, O Señor, perdóname!
No me destruyas con mis transgresiones!
No estés enojado conmigo para siempre, o guardes maldad para mi;
no me condenes a las profundidades de la tierra.
Porque Tu, O Señor, eres el Dios de los que se arrepienten.

14 y en mí tu manifestarás tu bondad;
porque, indigno aun como yo soy, tu me salvarás de acuerdo a tu gran misericordia,

15 y yo te alabare continuamente todos los días de mi vida.
Porque toda la multitud del cielo canta tu alabanza,
y tuya es la gloria para siempre. Amen.

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Apócrifos – Introducción
Primero de Esdras
Tobías
Judit
Añadiduras a Ester
Sabiduría
Eclesiástico
Baruc
Epístola de Jeremías
Añadiduras a Daniel
Oración de Manasés
Primero de los Macabeos
Segundo de los Macabeos

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