Las Santas Escrituras deben ser aceptadas como dotadas de autoridad absoluta y como revelación infalible de su voluntad. Texto Biblico, The Holy Scriptures, Textos Bíblicos, Bíblia, Estudo da Bíblia, Palavra de Deus.
Cuarto de los Macabeos, como Tercero de los Macabeos, también está incluido en algunos manuscritos de la Septuaginta (LXX), pero no es aceptado por la Iglesia Católica. Consta de 18 capítulos.
Tratado filosófico griego probablemente escrito entre el 63 a.C. y el 38 d.C.
De acuerdo con este libro, las pasiones son implantadas por Dios y no deben ser desarraigadas sino dirigidas. Logran mejor la rectitud, la justicia, el valor y la temperancia los que han sido instruidos por la Torah.
Consta sólo de siete capítulos. Está incluido en algunos manuscritos importantes de la Septuaginta (LXX) y es estimado favorablemente por la iglesia siríaca.
Relata minuciosamente la victoria de Tolomeo IV Filopátor sobre Antíoco Magno en la batalla de Rafia (217 a. C.), el intento frustrado de entrar al templo de Jerusalén con el subsecuente desbaratamiento milagroso de sus planes de masacrar a los judíos de Alejandría. Fue escrito en griego no más tarde que el 100 a.C.
Tercero de los Macabeos fue escrito indudablemente para mostrar cómo Dios liberó milagrosamente a la nación judía en un tiempo de ambiciones personales e intrigas internacionales.
Se admite que la mayor parte del libro, que abarca los primeros 15 años de las guerras macabeas, es una condensación de la obra histórica en 5 tomos de Jasón de Cirene (2:19-32). Describe cómo los jasîdîm, “piadosos”, devotos celosos de la Torah y la ortodoxia legalista, resistieron la helenización forzada de los judíos. El libro enfatiza la intervención sobrenatural de Dios en favor de los fieles. El autor pretende mostrar “las apariciones celestiales en favor de los bravos combatientes por el judaísmo” (2:21, NBE), y dar así instrucción y ánimo a los judíos.
Su relato sólo llega hasta la victoria de Judas Macabeo sobre el general sirio Nicanor en Bet-horón (162/161 a.C.). Aunque abarca un período mucho más corto que Primero de los Macabeos, en algunos lugares da más detalles, lo que determina que a veces parezca ser sólo literatura y no una historia seria.
El libro comienza con 2 cartas, supuestamente de los judíos de Palestina a los judíos de Egipto, en las que se describe la rededicación del templo y se los invita a unirse a la celebración de la fiesta anual de las Luces (1:1-2:18). El autor luego cuenta la historia que condujo a la revuelta macabea (caps. 3-7); y en el resto de la obra describe los éxitos de dicha revuelta, las victorias en las batallas (cap. 8), la muerte de Antíoco Epífanes (cap. 9), la purificación y la rededicación del templo, y las victorias militares subsiguientes obtenidas por Judas Macabeo en favor de los judíos (caps. 10-15).
En Segundo de los Macabeos se introducen nuevos conceptos doctrinales que no se hallan en el primer libro, pues se registra la forma en que judas Macabeo presentó una ofrenda por los pecados de los muertos y oró para que fueran liberados de sus pecados con la esperanza de la resurrección (cap. 12:43-45).
El nombre de Primero de los Macabeos y Segundo de los Macabeos proviene de Judas Macabeo, el tercer hijo de Matatías, un sacerdote. La designación “Macabeo” generalmente se deriva del hebreo maqqebeth, “martillo”. Se piensa que el nombre implica que él, como ningún otro, hizo que los enemigos de Israel y de Dios sintieran golpes de martillo.
Primero de los Macabeos fue escrito en hebreo por un judío palestino alrededor del año 100 a. C., y es nuestra mejor fuente para la historia de los primeros 40 años de las guerras macabeas.
Primero de los Macabeos se considera como un documento primario que abarca la historia de las luchas de los judíos por su independencia en el siglo II a. C. El propósito del libro fue probablemente legar a la nación judía una historia oficial de su casa real: la monarquía asmonea. Traza la historia del período desde el encumbramiento de Antíoco IV Epífanes al trono seléucida en 175 a. C., hasta el comienzo del reinado del rey sacerdote asmoneo Juan Hircano en 135 a. C.
Sin embargo, el énfasis del libro descansa mayormente sobre las actividades militares, y tiende a descuidar los aspectos sociales, económicos y religiosos del período. Después de dar un informe de los hechos que condujeron a la rebelión macabea (1:1-2:70), la parte central del libro enfoca las acciones militares de Judas (3:1-9:22) y sus hermanos Jonatán (9:23-12:53) y Simón (13:1-16:24), quienes lo sucedieron en la lucha por la libertad religiosa, primero, y por la libertad política después.
Se desconoce el autor de Primero de los Macabeos; pero los eruditos están convencidos de que fue un saduceo palestino muy familiarizado con los sucesos de los cuales escribió.
De acuerdo con el registro bíblico, Manasés fue el rey más malvado de Judá (2 Reyes 21:1-18; 2 Crónicas 33:1-20). Sin embargo, cuando uno de los monarcas asirios (tal vez Esar-hadón o Asurbanipal) lo lleva cautivo a Babilonia, reacciona y ora a “Jehová su Dios, humillado grandemente en la presencia del Dios de sus padres” (2 Crónicas 33:12).
Esta plegaria, que lo conduce a su restauración a Judá y a su trono, es registrada “en las actas de los reyes de Israel” (vers. 18). La Oración de Manasés apócrifa pretende ser esa súplica recuperada. Sus 15 versículos trasuntan un espíritu de sincera penitencia y profundo sentimiento religioso, aunque realmente no es la oración auténtica del rey de Judá.
Esta corta obra no está entre los libros aceptados por la Iglesia Católica en el Concilio de Trento, y en las ediciones autorizadas de la Vulgata Latina se la coloca como un apéndice de los apócrifos. Originalmente la incluían tanto la Biblia alemana de Lutero como la KJV. Fue incluida en la Biblia del Oso¹ de 1569 y en la Geneva Bible de 1599.
Esta obrita parece ser un salmo penitencial escrito quizá en el siglo I a. C.
1. Oh Señor Todo poderoso,
Dios de nuestros antepasados,
de Abraham y de Isaac y de Jacob
y de sus justos descendientes;
2 . tu que hiciste el cielo y la tierra
con todo su orden;
3. quién encadenaste el mar por tu palabra de comando,
que confinó lo profundo y que sellaste con tu terrible y glorioso nombre;
4 en quién todas las cosas se estremecen,
y tiemblan ante tu poder,
5 porque tu esplendor glorioso no se puede aguantar,
y la cólera de tu amenaza para los pecadores es incalculable;
6 sin embargo, inmensurable e inalcanzable
es tu misericordia prometida,
7 Tu eres el Señor Altísimo,
de gran compasión, continuo cuidado, y muy misericordioso,
y tu te aplacas ante el sufrimiento humano.
O Señor, de acuerdo a tu gran bondad
Tu has prometido arrepentimiento y perdón
a los que han pecado contra Ti,
y en la multitud de tus misericordias
tu has designado el arrepentimiento para los pecadores,
para que puedan ser salvados.
8 por lo tanto tu, O Señor, Dios de los justos,
no has designado el arrepentimiento para el justo,
porque Abraham, Isaac y Jacob, no pecaron contra ti,
pero tu has designado el arrepentimiento para mí, que soy un pecador.
9 Porque los pecados que he cometido son más en número que la arena del mar;
mis transgresiones son multiplicadas, O Señor, son multiplicadas!
No soy digno mirar para arriba y ver la inmensidad del cielo
debido a la multitud de mis iniquidades.
10 Me siento pesado, como atado con muchas cadenas de hierro,
y por eso soy rechazado debido a mis pecados,
y no tengo ningún alivio;
porque he provocado tu cólera
y he hecho lo que es malvado en tu vista,
creando abominaciones y multiplicando ofensas.
11 y ahora doblo la rodilla de mi corazón,
implorándote tu amabilidad.
12 He pecado Señor, he pecado,
y reconozco mis transgresiones.
13 Honestamente te imploro,
perdóname, O Señor, perdóname!
No me destruyas con mis transgresiones!
No estés enojado conmigo para siempre, o guardes maldad para mi;
no me condenes a las profundidades de la tierra.
Porque Tu, O Señor, eres el Dios de los que se arrepienten.
14 y en mí tu manifestarás tu bondad;
porque, indigno aun como yo soy, tu me salvarás de acuerdo a tu gran misericordia,
15 y yo te alabare continuamente todos los días de mi vida.
Porque toda la multitud del cielo canta tu alabanza,
y tuya es la gloria para siempre. Amen.
En la LXX hay varias añadiduras al libro canónico de Daniel, y son: el “Cántico de los tres jóvenes”, la “Historia de Susana” y la “Historia de la destrucción de Bel y el dragón”.
El “Cántico de los tres jóvenes” consta de dos partes principales. La primera es una oración atribuida a Azarías (es decir, Abed-nego) mientras caminaba en el “horno de fuego ardiendo” (cf. Daniel 3:19-25); la segunda es un canto de alabanza atribuido – sin base alguna – por el autor anónimo a los tres hebreos mientras estaban en el horno, y que se parece mucho al Salmo 148.
En la “Historia de Susana” se narra que dos jueces judíos vieron a una bella y virtuosa mujer, Susana, que se bañaba en su jardín, y se enamoraron de ella. Cuando ella rechazó sus proposiciones, ellos, en venganza, la hicieron comparecer ante un tribunal donde la acusaron falsamente de adulterio. Susana fue condenada a muerte; pero cuando se encaminaba al lugar de su ejecución, la encontró Daniel, y éste pidió que se examinara de nuevo el juicio. Daniel interrogó por separado a los dos jueces, y demostró la inocencia de Susana debido a las contradicciones de ellos. Los dos fueron ejecutados y Daniel fue muy ensalzado.
La “Historia de la destrucción de Bel y el dragón” consta de dos relatos. En el primero, como en el caso de Susana, se alaba a Daniel por haber demostrado un engaño. Cuenta cómo él puso en evidencia que un ídolo del dios babilonio Bel (Marduk) no comía alimento alguno como se pensaba que lo hacía. Esparció ceniza en el piso del santuario de Bel, y demostró a la mañana siguiente – por las huellas de pisadas en la ceniza – que los sacerdotes habían entrado en el templo del ídolo por la noche y se habían comido el alimento dedicado al ídolo. Entonces el rey mandó matar a los sacerdotes e hizo destruir el templo.
El segundo relato habla de la forma en que Daniel aniquiló a una serpiente (dragón) que era adorada por los babilonios. Le dio a comer una mezcla de brea, grasa y pelos que hizo que la serpiente reventara y muriera. Como venganza, el pueblo de Babilonia arrojó a Daniel en un foso de leones, pero las fieras no le hicieron daño, y el profeta Habacuc le trajo alimento, el cual fue transportado milagrosamente por el aire, desde Judea, por un ángel. Tan impresionado quedó el rey ante estos milagros, que liberó a Daniel y aniquiló a sus perseguidores.
Los eruditos católicos y protestantes están de acuerdo en que estas añadiduras originalmente no formaban parte del libro canónico de Daniel.
La “Epístola de Jeremías” es mayormente una fervorosa amonestación contra la idolatría. En realidad, no es una epístola, ni fue escrita por el profeta. Es una disertación, basada en Jeremías 10:11, (“Les diréis así: Los dioses que no hicieron los cielos ni la tierra, desaparezcan de la tierra y de debajo de los cielos“) estimulando a los judíos a aferrarse al Dios de sus padres y a no ser fascinados por los ídolos de la tierra de su cautiverio, que son sólo metal y madera inertes.
Aunque la “Epístola de Jeremías” es una composición independiente en la Septuaginta (LXX) y en muchas versiones se la imprime separadamente, en la Vulgata Latina y otras versiones, antiguas y modernas, la agregan al libro apócrifo de Baruc como apéndice o como capítulo 6.
Es una corta exhortación que consta de un breve preámbulo y 72 versículos (en las versiones castellanas).
Este libro da evidencias de haber sido escrito originalmente en griego -aunque no se puede eliminar la posibilidad de que fuera redactada en hebreo o en arameo-, probablemente entre los siglos IV y II a. C.
Este libro apócrifo declara que fue escrito por Baruc, el secretario de Jeremías (Jeremías 36:4). El ambiente histórico del libro de Baruc corresponde con la Babilonia del cautiverio, y comienza con una carta enviada por los judíos cautivos a sus parientes que quedaron en Palestina después de la destrucción de Jerusalén. La mayor parte del libro consiste en una confesión de los pecados de ellos, una súplica de perdón, un reconocimiento de la sabiduría de Dios y un recuerdo de sus promesas de restauración. La obra está escrita parte en prosa y parte en verso.
Parece que contiene una inexactitud histórica, pues ordena a los judíos que oren “por la vida de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y por la vida de su hijo Baltasar [Belsasar]” (cap. 1:11, BJ), lo cual significa que Belsasar era príncipe heredero cerca del tiempo cuando Jerusalén fue destruida en el año 586 a. C. La arqueología ha demostrado sin lugar a dudas que sólo en una fecha posterior en varias décadas a 586 a. C. pudo Belsasar haber sido considerado príncipe heredero.
Los eruditos no católicos sostienen, por regla general, que el libro de Baruc fue escrito después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d. C. para reanimar a los desolados y exiliados judíos de ese tiempo, y para recordarles la resignación y fidelidad de sus antepasados en el cautiverio babilónico.
El nombre latino Ecclesiasticus fue dado a este libro apócrifo en los primeros días del cristianismo pues se lo consideraba apropiado para ser leído en la iglesia, aunque no está en el canon hebreo. En la LXX generalmente aparece con el título de Sabiduría de Sirac (Siraj, o Sirach), mientras que el Talmud lo llama por el nombre de su autor: Ben Sira’ o Ben Sirac. Es un libro extenso, 51 capítulos, que contiene muchos proverbios y muchas instrucciones acerca de la sabiduría.
El autor cree que no hay salvación fuera de las buenas obras del hombre y que el pecado es el resultado del ejercicio del libre albedrío. Cree en sacrificios de toda clase y los cuenta junto con las fiestas religiosas como de primordial importancia entre las buenas obras del hombre. Para él la sabiduría es una dádiva gratuita de Dios que se debe obtener mediante la observancia de sus mandamientos.
Según se declara en el libro, el Eclesiástico fue escrito en hebreo por un judío palestino llamado Jesús (o Josué), “hijo de Sirá” (BJ), y fue traducido al griego por su nieto, quizá alrededor del año 132 a. C.
Sabiduría, (Sabiduría de Salomón) es un tratado político-religioso que combina conceptos teológicos del Antiguo Testamento con ideas filosóficas alejandrinas derivadas del platonismo y del estoicismo.
Este libro apócrifo está dividido en dos secciones. La primera trata de la sabiduría y la segunda es histórica.
El libro estimula a los judíos a apoyar la sabiduría y la justicia, y muestra la necedad del paganismo.
Su segunda mitad es un bosquejo religioso-filosófico de la historia de los tiempos del Pentateuco. Atribuye la preservación de los siervos de Dios, desde Adán a Moisés y más adelante, a la sabiduría (caps. 10 y 11), y muestra la locura de la idolatría (caps. 13-15). Las historias de Israel y de Egipto son una demostración especial de los resultados de la sabiduría por un lado y la necedad por la otra (caps. 16-19).
En todo el libro se destaca la obra del Espíritu de Dios. Enseña que el hombre está compuesto de cuerpo, alma y un espíritu inmortal, y que posee libre albedrío. Aunque no dice nada del Mesías, el autor de esta obra presenta un día de juicio para los impíos y los justos.
Tanto los eruditos católicos como protestantes por lo general sostienen que este libro -escrito en griego- es un producto del judaísmo helenístico del siglo II o I a.C. Probablemente fue escrito en Alejandría.