Las Santas Escrituras deben ser aceptadas como dotadas de autoridad absoluta y como revelación infalible de su voluntad. Texto Biblico, The Holy Scriptures, Textos Bíblicos, Bíblia, Estudo da Bíblia, Palavra de Deus.
Pirqe Aboth “Dichos de los padres”, opúsculo noveno de Seder Nezikin. Una colección de máximas morales y religiosas expresadas por los más famosos eruditos judíos durante un período de varios siglos desde alrededor de 200 a. C. hasta 200 d. C.
Pirqe Aboth (Dichos de los padres) se compone de seis capítulos. Comienza con una orden de transmisión de la Tradición Oral: Moisés recibe la Torah en el Monte Sinaí y luego la transmite a través de varias generaciones hasta que finalmente llega a la Gran Asamblea, es decir, a los Rabinos (1:1)*.
Ellos creían que la justicia de Dios se revela en la misma forma en que se manifiesta la justicia en un tribunal terrenal: recompensa de paz y felicidad para el observador de la ley, y castigo para el violador de sus preceptos.
En realidad usaban la palabra Torah – ley o instrucción – como un término aplicable a Dios. Esta obra está incluida en la Mishnah.
Obra judía, escrita en hebreo y arameo durante el siglo I d.C., de la cual sobreviven sólo partes en 2 fragmentos latinos traducidos de la versión griega perdida. Los fragmentos contienen el discurso de Moisés a Josué prediciendo la historia de Israel, pero se ha perdido el registro de su muerte y ascensión.
La asunción de Moisés tal vez originalmente consistía de dos libros diferentes: el Testamento de Moisés y La asunción.
El autor, fariseo, trató de llevar a sus compatriotas de nuevo a las antiguas sendas de obediencia implícita a la Torah. Movido por su patriotismo, esperaba el regreso de las diez tribus y creía que el deber de Israel era guardar la ley y orar para que Dios interviniera en favor de la nación.
Los primeros autores cristianos relacionaron el vers. 1:9 de Judas con este libro. Sin embargo, las palabras de Judas no se encuentran en las secciones de La asunción que existen ahora.
Los rabinos de la era apostólica afirmaban que la tradición oral judía era del mismo origen divino que la revelación escrita de la Torah. Esta tradición fue transmitida a las generaciones sucesivas hasta que a comienzos del siglo III d.C., aproximadamente, llegó a su forma escrita como la Mishnah y se convirtió en la norma de conducta para los judíos ortodoxos.
La tradición judía aún florecía en forma oral cuando se escribió el Nuevo Testamento, y se ocupaba principalmente de la exégesis de las Escrituras hebreas, la cual se conocía como Midrash. Esta exégesis no tenía un enfoque lingüístico o histórico en el sentido moderno, sino era más bien una búsqueda de nuevo conocimiento, y el texto bíblico sólo se usaba para dar orientación e inspiración. Esta exégesis se basaba en deducciones lógicas, en combinaciones de pasajes relacionados entre sí e interpretaciones alegóricas.
El Midrash que trata de temas históricos o dogmáticos recibe el nombre de Haggadá (“expresión”), o Midrash haggádico, y la parte que trata de asuntos legales se llama Halaká (literalmente “camino”, es decir, “una norma” o “una regla”) o Midrash halákico.
El término Haggadá se refiere a materiales no bíblicos y a la exégesis de los temas poéticos, históricos y otros asuntos no legales de la Biblia hebrea. Era la forma corriente que se usaba en la sinagoga para explicar la Biblia por medio de símbolos, alegorías, fábulas y parábolas. La Haggadá no estaba sujeta a reglas estrictas de exégesis y permitía el uso de casi cualquier recurso que dejara en el oyente una impresión duradera. La voluminosa y legendaria literatura judía del medioevo es principalmente el resultado de la exégesis haggádica de la Biblia. Sin embargo, sólo una pequeña parte del Talmud debe su origen a la Haggadá.
El término Halaká se refiere a los reglamentos religiosos basados principalmente en las secciones legales de la Biblia. La Haggadá era el sistema de exégesis que se usaba principalmente en los servicios de las sinagogas, en tanto que la Halaká se estudiaba en las escuelas religiosas más avanzadas. Si era posible hacerlo, se le daba una base de las Escrituras a los reglamentos halákicos; pero muchas reglas para las cuales no había base bíblica eran defendidas apoyándose en la pretensión de que habían sido entregadas a Moisés en el Sinaí sólo en forma oral. La Halaká fue codificada sistemáticamente, y la máxima ambición de cada judío erudito en la ley (los “escribas” del Nuevo Testamento) era aprender y entender todas las reglas halákicas relacionadas con la vida religiosa y secular de un judío escrupuloso.
Los maestros supremos de la Halaká fueron Hillel el Anciano (murió c. 20 d. C.) y Shammai. Ambos elaboraron sus enseñanzas en las últimas décadas del siglo I a. C., y sus seguidores formaron escuelas separadas. Hillel era famoso por la dulzura de su carácter, que se manifestaba en reglamentos más liberales que los enunciados por Shammai. Si bien concordaba con Shammai en que la letra de la Torah debía cumplirse literalmente, la interpretaba de tal manera que sólo debían cumplirse los requerimientos mínimos de la ley; en cambio Shammai era estricto y exigía a sus seguidores los requerimientos máximos de la ley.
Para los no judíos con frecuencia deben haber parecido artificiales las diferencias entre las escuelas de Hillel y de Shammai.
La naturaleza de los puntos de vista halákicos y las diferencias entre Hillel y Shammai se ilustran con el siguiente ejemplo: Shammai dictaminaba que no era permitido vender cosa alguna a un gentil o ayudarlo a cargar su bestia si iba a viajar con esa carga en sábado; Hillel no veía ningún mal en permitir esto (Mishnah Shabbat 1. 5). ¹
Un ejemplo bastante extremo de la minuciosidad de Shammai, era su insistencia en que cuando se buscaban aves para sacrificar en un día de fiesta, no se podía mover una escalera de un palomar a otro, sino sólo de una abertura a otra del mismo palomar; en cambio Hillel permitía ambas cosas (Mishnah Betzah 1. 2).²
Sin embargo, hay unos pocos casos en los cuales las reglas de Hillel parecen más estrictas que las de Shammai. Por ejemplo, permitía que se comiera un huevo puesto en sábado; pero Hillel lo prohibía argumentando que las restricciones para preparar alimento en sábado se aplicaban no sólo a los hombres sino también a las gallinas (Mishnah Eduyoth 4. 1).³
Después de que Tito destruyó a Jerusalén, se fundó una academia de conocimientos judaicos en Jamnia, al sur de Jope. Aquí también se reorganizó el sanedrín. El primer director de este centro de sabiduría judaica fue el rabino Johanán ben Zakkai. El fue quien logró conservar la tradición judaica para la posteridad, haciéndola – después de las Escrituras hebreas – el centro de todo el pensamiento y la vida de los judíos ortodoxos. El más famoso de sus sucesores fue el rabino Akiba (c. 50 d. C. – c. 132), uno de los principales pensadores judíos de todos los tiempos. De acuerdo con las opiniones de los rabinos, Akiba logró una comprensión más profunda y más penetrante de la ley que Moisés mismo.
Los primeros años de la vida de Akiba están velados por la oscuridad, pero se sabe que era de origen humilde y que no comenzó sus estudios hasta que fue un hombre maduro. Como aprendió a leer y a escribir siendo adulto, mantuvo un respeto temeroso y místico hacia la escritura. Esa reverencia se manifestó en una exégesis que daba sentido no sólo a las frases y las palabras, sino también a las letras y a las partes de éstas. Consideraba que su principal tarea era la de hallar una base bíblica real o supuesta para cada halaká mediante una deducción lógica, con lo cual logró dar un orden sistemático a la gran masa de material halákico. Así creó la primera recopilación completa de la Mishnah. Aunque ese material todavía no había sido registrado por escrito, es posible que algunas pequeñas recopilaciones halákicas fueran escritas bajo su dirección.
El rabí Akiba es, además, importante porque fue uno de los líderes del Concilio de Jamnia (c. 90 d. C.), donde se tomaron importantes decisiones acerca del canon y del texto hebreo de la Biblia, y también porque apoyó al revolucionario Barcoquebas como al Mesías prometido, durante la guerra que comenzó en 132 d. C. Es evidente que fue hecho prisionero por los romanos aun antes de que estallara la guerra. Murió como mártir, al final de la guerra.
El más ilustre de los discípulos de Akiba fue el rabino Meïr, que continuó y completó el sistema legal de su maestro. Su importancia es evidente por el hecho de que en la Mishnah es citado más que cualquiera de sus predecesores.
En los libros del Antiguo Testamento que fueron escritos después del exilio, tales como los de Esdras y Nehemías, se hace referencia, ya sea por nombre o por alguna cita, a varios de los libros más antiguos de la Biblia.
También se habla de ciertos libros que han sido incorporados parcialmente a los libros de las Escrituras posteriores al exilio, o se han perdido.
Los 5 libros de Moisés – bajo los nombres de “libros de Moisés”, “ley de Jehová”, “libro de la ley de Jehová”, etc.- aparecen mencionados 7 veces en 1 y 2 de Crónicas; 17 veces en Esdras y Nehemías y una vez en Malaquías.
Que el libro de la ley (torah) era considerado como inspirado y “canónico” en el siglo V a. C., se ve por la gran reverencia que mostraba el pueblo cuando era abierto el libro (Nehemías 8:5, 6). Parecería que la expresión “libro de la ley” (torah) abarcara más que el “Pentateuco”, pues el mismo término es usado una vez por Jesús al referirse a los Salmos, cuando introduce citas de Salmos 35: 19 y 69: 4 con las palabras: “escrita en su ley” (Juan 15:25).
Muchos libros de origen anterior al exilio sobrevivieron a la destrucción de Jerusalén y al cautiverio de Babilonia. Esto se ve porque Daniel usó el libro de Jeremías durante el exilio de Babilonia (Daniel 9:2) y porque unos 20 libros diferentes se mencionan en los libros de Crónicas ya sea como habiendo proporcionado el material original para el contenido de esa obra, o como libros donde podía conseguirse información adicional acerca de muchos puntos que sólo fueron tocados superficialmente en las Crónicas.
El cronista posterior al exilio (2 Crónicas 36:22) se refirió a muchos libros, tales como “el libro de las crónicas de Samuel vidente” (1 Crónicas 29:29) las “crónicas” o “libros del profeta Natán” (1 Crónicas 29:29; 2 Crónicas 9: 29) y “la historia de lado profeta” (2 Crónicas 13: 22).
La tradición judía indica que Esdras y Nehemías tuvieron una parte evidente en la colección de los libros sagrados.
El apócrifosegundo libro de los Macabeos, escrito durante los comienzos del siglo I AC, contiene una carta supuestamente escrita por los judíos palestinos y Judas Macabeo al filósofo, judío Aristóbulo y a otros judíos de Egipto (2 Mac. 1:10). Esta carta se refiere a “los archivos y … Memorias del tiempo de Nehemías” y declara también que Nehemías fundó “una biblioteca” y “reunió los libros referentes a los reyes y a los profetas, los de David” (2 Macabeos 2:13, traducción de la BJ).
El historiador judío Josefo es otro escritor que coloca la terminación del canon del Antiguo Testamento en el tiempo de Esdras y Nehemías. Poco después de la caída de Jerusalén, en 70 DC, Josefo hizo la siguiente declaración importante:
“Desde el imperio de Artajerjes hasta nuestra época, todos los sucesos se han puesto por escrito; pero no merecen tanta autoridad y fe como los libros mencionados anteriormente, pues ya no hubo una sucesión exacta de profetas. Esto evidencia por qué tenemos en tanta veneración a nuestros libros. A pesar de los siglos transcurridos, nadie se ha atrevido a agregarles nada, o quitarles o cambiarles” (Josefo, Contra Apión, i. 8)
Esta declaración muestra que los judíos en el tiempo de Cristo estaban convencidos de que el canon había sido fijado en el tiempo de Esdras y Nehemías, que trabajaron bajo Artajerjes I.
Los judíos estaban mal dispuestos a anular esa decisión, o a añadir a las Escrituras tales como habían sido fijadas 500 años antes, especialmente porque nadie claramente reconocido como profeta se había levantado desde los días de Malaquías.
La importante declaración de Josefo concuerda bien con las observaciones que puede hacer el lector cuidadoso en el mismo Antiguo Testamento. Los últimos libros históricos – Crónicas, Esdras, Nehemías y Ester -, por ejemplo, consignan la historia de Israel hasta el período que sigue al exilio.
Las Crónicas y su continuación, Esdras-Nehemías, registran acontecimientos que sucedieron durante los siglos VI y V, pero no después.
Por lo tanto, la redacción del Antiguo Testamento, tal como lo conocemos ahora, se debe haber completado hacia el fin del siglo V AC, pues la continuación posterior de la historia no fue añadida al registro anterior. Ni aun se preservó junto con las Escrituras canónicas. Por consiguiente, debe haber estado cerrado el canon.
La expresión “canon del Antiguo Testamento” sencillamente significa los 39 libros del Antiguo Testamento aceptados por los protestantes que fueron escritos por profetas, historiadores y poetas inspirados en tiempos precristianos.
La división actual en tres secciones – históricos, poéticos y proféticos – que contiene 39 libros, se ha originado en las traducciones griegas y latinas de la Biblia donde se halla tal división.
El Antiguo Testamento hebreo consistía en 24 libros, que eran divididos en las siguientes tres divisiones principales:
1. La ley (torah) que contiene los cinco libros de Moisés, o Pentateuco.
2. Los profetas (nebi’im) subdivididos en:
(a) Cuatro “anteriores”, Josué, Jueces, (1 y 2) Samuel y (1 y 2) Reyes, y
(b) Cuatro “posteriores”, Isaías, Jeremías, Ezequiel y los doce profetas menores en un solo libro.
3. Los escritos (ketubim), constituidos por los once libros restantes, de los cuales Esdras-Nehemías y 1 y 2 de Crónicas forman cada uno un solo libro.
La triple división del Antiguo Testamento hebreo en el tiempo de Cristo es confirmada por sus propias palabras: “Era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en [1] la ley de Moisés, en [2] los profetas y en [3] los salmos [el primer libro de la tercera división]” (Lucas 24:44).
Esta triple división es importante para la reconstrucción del proceso de canonización. La referencia extrabíblica datable más antigua a su existencia se encuentra en el prólogo del libro apócrifo de Jesús Ben Sirac, que se remonta al año 132 a.C. Otras fuentes, como el segundo libro de Macabeos, Filón y Josefo, citan divisiones similares.
Cuarto de los Macabeos, como Tercero de los Macabeos, también está incluido en algunos manuscritos de la Septuaginta (LXX), pero no es aceptado por la Iglesia Católica. Consta de 18 capítulos.
Tratado filosófico griego probablemente escrito entre el 63 a.C. y el 38 d.C.
De acuerdo con este libro, las pasiones son implantadas por Dios y no deben ser desarraigadas sino dirigidas. Logran mejor la rectitud, la justicia, el valor y la temperancia los que han sido instruidos por la Torah.