Las Santas Escrituras deben ser aceptadas como dotadas de autoridad absoluta y como revelación infalible de su voluntad. Texto Biblico, The Holy Scriptures, Textos Bíblicos, Bíblia, Estudo da Bíblia, Palavra de Deus.
Filón (o Filón Judeo) es uno de los mejores ejemplos de los eruditos y filósofos judíos que actuaron bajo la influencia del helenismo. Era un hombre de carácter noble y mente amplia.
Filón nació en Alejandría, quizá entre los años 20 al 10 a. C., creció en la atmósfera de una cultura cosmopolita y de los mejores modelos judíos de pensamiento y estudio, tal vez pertenecía al linaje sacerdotal y pudo haber sido fariseo. Murió alrededor del año 50 d. C.
Moisés fue para Filón el más grande de los antiguos como pensador, legislador y exponente de la verdad divina. Creía que Moisés era el exponente fidedigno de verdades que la filosofía vehementemente había procurado en vano desarrollar.
Para Filón, el resultado deseable del estudio filosófico era comprender la enseñanza de Moisés como la revelación de Dios y la base de la verdad. El propósito de Filón fue destacar esa verdad que el creía que en parte estaba claramente presentada en el libro de Moisés, y en parte sólo en forma embrionaria. Para lograr esto, en su exégesis de las enseñanzas mosaicas aplicó el método alegórico que ya se cultivaba en los círculos literarios alejandrinos; con frecuencia llevó esta alegorización a su expresión extrema.
La influencia del pensamiento filosófico no judío, especialmente el de Platón, dominó fuertemente a Filón. Las referencias a Dios como a un Ser con pies, manos o rostro eran para él un puro antropomorfismo, es decir, era atribuirle características humanas sólo como figuras de dicción.
Filón procuró eliminar todo esto pues creía que no era literalmente verdadero. Dios era “el Ser por esencia”, absolutamente simple, en el cual no se debía pensar como una realidad material sino espiritual, o más bien metafísica. Para Filón la verdadera razón era el Logos.
No personificó al Logos, sino que evidentemente lo reconoció como el Espíritu de Dios. Filón nunca unió las ideas del Logos y del Mesías en una persona divina como lo hizo en forma tan decidida Juan (Juan 1:1-3, 14). La enseñanza moral de Filón, influida por la Torah y por el estoicismo, presenta, humanamente hablando, una quintaesencia de lo mejor de la interpretación que se había ido acumulando de la ley judía.
Creía que el fin supremo del hombre es investigar la voluntad de Dios y cumplirla. Sostenía que la familia, la comunidad y el desarrollo mejor logrado del yo son oportunidades para que todo hombre de espíritu correcto se ejercite en el bien.
La influencia de Filón fue tan extensa, que las enseñanzas de los cristianos platónicos Clemente y Orígenes de Alejandría muestran su impacto cerca de dos siglos más tarde.
La palabra española “canon”proviene del término griego κανών [kanôn], que significa “caña”, “vara de medir”; “regla”, “principio”, “ley”, “norma”, “límite”. En el sentido secundario, el canon es un conjunto de textos que “ha sido medido” y que ha sido tenido por digno de ser incluido en una colección de textos con autoridad vinculante para una comunidad religiosa. Por ello, el canon ha de relacionarse con el concepto de Escrituras, al igual que con el de inspiración. Texto canónico es aquel al que se le reconoce autoridad en una comunidad religiosa dada y al que se considera “inspirado” por Dios (2 Timoteo 3:16).
Sin embargo, el término “Escrituras” presenta un concepto más amplio que el más limitado de “canon”. Tenemos referencias a escritos inspirados, mencionados en el Antiguo Testamento y obra de la pluma de autores a quienes se consideraba inspirados, escritos que no se han incluido en el canon del AT: “los hechos del rey David, primeros y postreros, están escritos en el libro de las crónicas de Samuel vidente, en las crónicas del profeta Natán, y en las crónicas de Gad vidente“(1 Crónicas 29:29).
En el Antiguo Testamento existe una estrecha relación entre lo que Dios habla (cargado de autoridad) y la diseminación de esta revelación, ya sea en forma hablada o escrita (Éxodo 17:14; 24:4 ). Consignar las instrucciones recibidas de Dios era una consecuencia lógica, puesto que ello daba continuidad y una adhesión futura (Deuteronomio 31:9-13). Deuteronomio 31:26 indica la función de “testigo” de este “libro de la ley”. Además, en otros lugares del AT, el término hebreo עֵד [‘ed‘], “testigo”, “testimonio”, se relaciona a menudo con la verificación según una norma establecida (Deuteronomio 31:19, 21; Josué 22:27, 28, 34).
En tres ocasiones históricas específicas encontramos el concepto de una fuente escrita cargada de autoridad que tenía que ser seguida:
(1) Éxodo 24:7, en que el pueblo declara su compromiso con el libro de la ley revelado a Moisés en el Sinaí;
(2) 2 Reyes 23:3 y 2 Crónicas 34:32, en que el pueblo de Judá aceptó las palabras del libro de la ley encontrado en el templo por Hilcías en la época del rey Josías;
(3) Nehemías 8:9, en que Esdras leyó la ley a las personas que habían vuelto del exilio de Babilonia a Jerusalén. Mientras escuchaba, la gente lloraba, y Nehemías 8: 11 indica que habían comprendido el significado de la lectura y la responsabilidad que tenían.
Los tres acontecimientos tuvieron lugar con ocasión de una ceremonia relacionada con el establecimiento o la renovación de un pacto. Por lo tanto, parece válido llegar a la conclusión de que la relación de pacto entre Dios y su pueblo quedaba determinada por la adhesión de este a la “Palabra del Señor”.
Lógicamente, este concepto requería la existencia de una compilación llena de autoridad de esa “Palabra” del Señor. Es obvio que esta colección no era considerada una compilación humana, ni una colección basada en las preferencias de un dirigente religioso específico ni en una tradición religiosa. La compilación normativa del AT (y del NT) se basaba en la revelación de Dios de sí mismo.
El término κανών [kanôn] era perfectamente conocido y de uso frecuente en el griego helenístico. La palabra era usada por los griegos para designar una regla investida de autoridad. De hecho, el mundo antiguo estaba lleno de cánones (o modelos o reglamentos) que guiaban los diferentes aspectos de la actividad humana. En Gálatas 6: 16, Pablo utiliza el término en el sentido de una medida de la conducta cristiana que puede verificarse.¹ Sin embargo, en las Escrituras no se usa para designar el canon bíblico.
Orígenes (184/185-253/254), uno de los padres de la iglesia, usó por primera vez la palabra canon para designar la colección de los libros de la Biblia reconocida como una regla de fe y práctica. Dijo que “nadie debiera usar para probar la doctrina libros no incluidos entre las Escrituras canonizadas” (Commentary on the Gospel of Matthew, sec. 28).
Sin embargo, esto no significa que el concepto no existiese en la época del Nuevo Testamento. Jesús cumplía las normas del Antiguo Testamento (las fiestas [Juan 2:23; 4:45], la observancia del sábado, los ritos del templo [Lucas 21:1], el impuesto del templo [Mateo 17:24]), con lo que denotaba el carácter vinculante de las mismas. Se refiere a mandamientos, promesas u otros relatos del Antiguo Testamento en el contexto de un “escrito está” (Mateo 4:4, 7, 10; 11:10; Marcos 7:6; etc.), lo que siempre se presenta como argumento concluyente en sus discusiones.
También la iglesia primitiva parece reflejar esta actitud relativa a la autoridad vinculante del Antiguo Testamento. Los bereanos comprueban a diario las Escrituras del Antiguo Testamento para verificar las enseñanzas de Pablo (“Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” – Hechos 17:11).
Pablo utiliza la solidez del Antiguo Testamento en sus argumentos en pro del apoyo financiero del ministerio incipiente ( 1 Corintios 9:9, 10, 14 ), en lo relativo a que la venganza es prerrogativa de Dios exclusivamente (Romanos 12:19, 20) y en el caso de la naturaleza universal del pecado (Romanos 3:10 ss). Pedro defiende un estilo de vida de santidad basándose en el Antiguo Testamento (1 Pedro 2:4-6).
Tal evidencia sugiere la existencia del concepto de un conjunto normativo de textos, utilizado para definir los límites de la forma legítima de vivir, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento. Con ello, tanto el AT como el NT demuestran el concepto de escritos canónicos, es decir, dotados de autoridad. Esta autoridad no es resultado de decisiones de individuos u organizaciones, sino que descansa en la autoridad de la propia Palabra escrita (o hablada), que estaba inspirada por Dios.
Sin embargo, no todos los escritos inspirados llegaron a incluirse en el canon. Es preciso entender este proceso de canonización, una determinación de qué incluir y qué excluir. Aunque puede que no sea muy fácil dar con respuestas concretas, un repaso histórico puede proporcionar los datos necesarios, los cuales, a su vez, precisan ser explicados a la luz de la reivindicación de autoridad que hacen las Escrituras, tomando como base la doctrina de la revelación.