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En la iglesia primitiva

LA HISTORIA DEL CANON BÍBLICO

GA Lect 226

II – NUEVO TESTAMENTO

Las Sagradas Escrituras en la iglesia primitiva

La colección de los escritos sagrados del Nuevo Testamento encontró su prototipo en el canon del Antiguo Testamento. La Septuaginta -LXX– (Antiguo Testamento), que era en todo el mundo de habla griega la Biblia de los judíos de la dispersión (diáspora), se convirtió en la Biblia de la cristiandad. Los cristianos aceptaron con ella la doctrina judía de la inspiración divina, de modo que en los libros del Antiguo Testamento no veían sólo las palabras de Samuel, David o Isaías, sino más bien la Palabra de Dios, el resultado del Espíritu divino y de una sabiduría divina. Como los cristianos creían que los judíos habían perdido sus privilegios y habían sido rechazados por Dios por rechazar a Cristo, la iglesia cristiana se consideraba a sí misma como la única que tenía derecho a ser dueña de esa Palabra de Dios y de interpretarla. El Antiguo Testamento contenía profecías que señalaban a Cristo y también muchas gloriosas promesas para el verdadero pueblo de Dios, pueblo que los cristianos creían que eran. Todo esto hizo que el Antiguo Testamento fuera amado por los primeros cristianos.

Además del Antiguo Testamento, la iglesia primitiva poseía las “palabras del Señor” como recibidas de Jesús mismo o de los apóstoles que habían sido testigos oculares. La iglesia consideraba las palabras y profecías de Jesús en el mismo nivel de inspiración que las afirmaciones del Antiguo Testamento. Por eso Pablo podía citar el Pentateuco y unirlo con una declaración de Jesús: “Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su salario” (1 Timoteo 5:18; cf.  Deuteronomio 25:4; Lucas 10:7). Era sencillamente natural que cuando los apóstoles predicaban el Evangelio por todo el mundo, circularan oralmente muchas de las palabras del Señor y muchas reminiscencias en cuanto a él. Un ejemplo de esto lo tenemos cuando Pablo, hablando a los ancianos de Efeso, usó un dicho de Jesús que no aparece en ninguna parte de los Evangelios: “En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35).

Eusebius_of_Caesarea

Que la tradición oral acerca de las palabras de Jesús existía en el siglo II, queda demostrado por el relato de Eusebio  en cuanto al interés manifestado en ellas por Papías, obispo de Hierápolis¹.

Pero al mismo tiempo pueden verse en el más antiguo período cristiano ciertos pasos iniciales para la formación del canon del Nuevo Testamento. En la primera generación de cristianos aparecieron registros escritos de la vida de Cristo. En el prólogo de su Evangelio (Lucas 1:1-4), Lucas testifica de que existían en su tiempo varias obras que describían la vida y las enseñanzas de Jesús, y prosigue asegurando a sus lectores que su narración es digna de fe.

Puede aceptarse que antes de terminar el siglo I la mayoría de las iglesias poseían el Evangelio escrito. Es evidente que los padres de la iglesia estaban familiarizados con estos escritos, pues los citan. La palabra “Evangelio” – εὐαγγέλιον [euaggélion] aparece en el Nuevo Testamento sólo en número singular para designar las alegres nuevas de Jesús. Justino Mártir (c. 150 d. C.) fue el primero que usó el plural “los Evangelios” τὰ εὐαγγελία [tá euaggelía] para designar los relatos escritos de la vida de Jesús².

Poco a poco se comenzó a usar la frase “escrito está“, que generalmente se utilizaba para citar el Antiguo Testamento, para referirse también a los dichos de Jesús. La primera vez que se la usó fue en la Epístola de Bernabé³ (capítulo 4:3, 14), escrita antes de 150 d. C. El capítulo 14:2 de la así llamada Segunda Epístola de Clemente, de más o menos la misma fecha, habla de la enseñanza de los “Libros de los apóstoles” acerca de la iglesia, referencia que puede incluir los Evangelios y el Antiguo Testamento como los “Libros”, y que ciertamente demuestra la categoría que habían alcanzado las epístolas en ese tiempo.

Además de los Evangelios circulaban otras obras cristianas en la iglesia primitiva; pero las epístolas del apóstol Pablo ocupaban el primer lugar. Pablo escribió generalmente para hacer frente a problemas específicos en ciertas localidades; sin embargo, al mismo tiempo fomentaba la distribución de sus cartas, como es evidente por su pedido de que los colosenses (Colosenses 4:16) y los laodicenses intercambiaran sus cartas. Puede asegurarse que antes de que su carta pasara a otra congregación, por lo general la iglesia que la tenía hacía copia de ella. Las cartas de Pablo fueron quizá las que primero se copiaron, y esa colección de copias creció. Que esta colección ya existía en los días apostólicos puede deducirse por lo que dice Pedro (2 Pedro 3:15-16), alrededor tal vez del año 65 d. C. Así también Clemente Romano, que escribió a la Iglesia de Corinto 30 años después, pudo amonestarles: “Aceptad la epístola del bendito apóstol Pablo” (Take up the epistle of the blessed Paul the Apostle) escrita a los corintios (1 Clemente capítulo 47:1). El hecho de que Clemente continúa refiriéndose al contenido de 1 Corintios parece indicar que esa epístola había sido guardada no sólo en Corinto sino que Clemente tenía también una copia a su disposición en Roma.

Otros testigos de que desde muy antiguo se distribuían los escritos de Pablo son Ignacio y Policarpo. Ambos escribieron en la primera mitad del siglo II. Alrededor del año 117 d. D., Ignacio escribió desde Esmirna a los efesios que Pablo “en toda su Epístola hace mención de vosotros en Cristo Jesús” –who in all his Epistles makes mention of you in Christ Jesus– (capítulo 12). Probablemente a mediados del siglo II Policarpo escribió a los filipenses acerca de Pablo, que “cuando ausente de vosotros os escribió una carta que, si la estudiáis cuidadosamente, encontraréis que es el medio para edificaros en aquella fe que os ha sido dada” – when absent from you, he wrote you a letter, which, if you carefully study, you will find to be the means of building you up in that faith which has been given you-(capítulo 3). En otra parte de la misma epístola (capítulo 12) Policarpo cita a Pablo (Efesios 4:26) como “escritura” (For I trust that ye are well versed in the Sacred Scriptures, and that nothing is hid from you; but to me this privilege is not yet granted. It is declared then in these Scriptures, “Be ye angry, and sin not,” and, “Let not the sun go down upon your wrath)”. Estas afirmaciones indican claramente que tanto Ignacio como Policarpo conocían muy bien por lo menos dos de las cartas de Pablo y que esperaban que las iglesias también las conocieran. Por eso parece probable que circulara ampliamente una colección de las epístolas de Pablo unas pocas décadas después de su muerte.

Otras epístolas, además de las de Pablo, deben también haber circulado desde los primeros años. Pedro dirigió su primera carta a los cristianos de cinco provincias del Asia Menor, dándole así claramente el carácter de una carta circular. Santiago tuvo el mismo propósito cuando dirigió su epístola “a las doce tribus que están en la dispersión“. Juan dirigió el Apocalipsis a las siete iglesias de la provincia romana de Asia y afirmó específicamente que tenía la inspiración divina en lo que escribía (Apocalipsis 1:1-3; 22:18-19). Es razonable entonces concluir que estos libros rápidamente alcanzaron una amplia circulación.

Frente a estas pruebas es obvio el hecho de que libros que se originaron en el tiempo de los apóstoles, y que referían la vida de Cristo o contenían importantes mensajes de los apóstoles, fueron muy estimados por la iglesia y se reconoció su autoridad.

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¹ Historia eclesiástica iii. 39. 1-4

Chapter XXXIX.—The Writings of Papias

1. There are extant five books of Papias, which bear the title Expositions of Oracles of the Lord. Irenæus makes mention of these as the only works written by him, in the following words: “These things are attested by Papias, an ancient man who was a hearer of John and a companion of Polycarp, in his fourth book. For five books have been written by him.” These are the words of Irenæus.

2. But Papias himself in the preface to his discourses by no means declares that he was himself a hearer and eye-witness of the holy apostles, but he shows by the words which he uses that he received the doctrines of the faith from those who were their friends.

3. He says: “But I shall not hesitate also to put down for you along with my interpretations whatsoever things I have at any time learned carefully from the elders and carefully remembered, guaranteeing their truth. For I did not, like the multitude, take pleasure in those that speak much, but in those that teach the truth; not in those that relate strange commandments, but in those that deliver the commandments given by the Lord to faith, and springing from the truth itself.

4. If, then, any one came, who had been a follower of the elders, I questioned him in regard to the words of the elders,—what Andrew or what Peter said, or what was said by Philip, or by Thomas, or by James, or by John, or by Matthew, or by any other of the disciples of the Lord, and what things Aristion and the presbyter John, the disciples of the Lord, say. For I did not think that what was to be gotten from the books would profit me as much as what came from the living and abiding voice.”

Español:

CAPÍTULO XXXIX – Acerca de los escritos de Papías

1. Dicen que existen cinco escritos de Papías con el título deExplicaciones de la palabra del Señor. Ireneo los menciona como los únicos escritos por Papías, cuando dice lo siguiente: «De esto también da testimonio escrito Papías, oyente de Juan, compañero de Policarpo y varón de los antiguos, en su cuarto libro. Porque él compuso cinco libros».

2. Esto según Ireneo. Pero Papías en ningún modo explica que él fuera oyente ni testigo ocular de los santos apóstoles, sino que enseña que acogió los asuntos de la fe de manos de los que lo conocieron; dice como sigue:

3. «No dudaré en añadir todo cuanto aprendí muy bien de los ancianos y que recuerdo perfectamente en mis explicaciones, pues sé con toda certidumbre que es verdad. Porque no me contentaba con lo que dicen muchos, como ocurre con la mayoría, sino con los que enseñan la verdad; tampoco con los que repiten mandamientos de otros, sino con los que recuerdan aquellos mandamientos que fueron dados a la fe procedentes del Señor y que tienen su origen en la verdad.

4. »Y si alguna vez llegaba alguien que había seguido a los ancianos, yo observaba las palabras de los ancianos, que era lo dicho por Andrés, o Pedro, o Felipe, o Tomás, o Jacobo, o Juan, o Mateo, o por cualquiera de los otros discípulos del Señor, e incluso lo que decían Aristión y el anciano Juan, discípulos del Señor, pues creí que no obtendría el mismo provecho de lo que aprendiera de los libros como lo aprendía por medio de una voz viva y perdurable».

² “For the apostles, in the memoirs composed by them, which are called Gospels…” (The First Apology of Justin, chapter LXVI).

³ Epístola de Bernabé

4:3 The tribulation being made perfect is at hand,
concerning which it is written, as Enoch saith, For to
this purpose the Lord hath cut short the times and the
days, that his beloved might make haste and come into
his inheritance.

4:14 And, moreover, my brethren, consider this. When
ye see that after so many signs and wonders that have
happened in Israel, even then they have been
abandoned, let us take heed lest, as it is written,
many of us be called but few chosen. (cf. Mateo 20:16, 22:14).

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II – NUEVO TESTAMENTO

Introducción

Las Sagradas Escrituras en la iglesia primitiva

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KATA MARKON

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La historia del canon del Nuevo Testamento no es tan compleja como la del Antiguo Testamento. Aunque las raíces de la formación del canon del Nuevo Testamento se remontan a la era apostólica, durante varios siglos no fue posible lograr un reconocimiento uniforme de todos los libros en toda la cristiandad.

El canon del Nuevo Testamento no comenzó a existir por un decreto papal ni tampoco por la decisión de un concilio ecuménico de la iglesia. Tampoco fue el resultado de un “milagro”, según se afirma en el siguiente relato legendario:

Se dice que los delegados al Concilio de Nicea, deseosos de saber cuáles eran los libros canónicos y cuáles no, colocaron debajo de la mesa de la comunión todos los libros para los cuales se pedía un lugar en el canon. Entonces oraron para que el Señor les mostrara cuáles eran los libros canónicos colocándolos milagrosamente encima del montón. Según el relato, ese milagro sucedió durante la oración, y así se estableció el canon del Nuevo Testamento. Este relato, de origen dudoso, no tiene la más mínima posibilidad de ser cierto.

Al abordar el surgimiento de un canon de la iglesia del Nuevo Testamento, es necesario que la evidencia fundamental proceda del propio NT. El Nuevo Testamento sugiere que los escritos apostólicos fueron aceptados como parte de las Escrituras, junto con el Antiguo Testamento. Como uno podría esperar, tales indicaciones se encuentran especialmente en los libros posteriores del Nuevo Testamento (Lucas 10:7; cf. 1 Timoteo 5:18).

Pablo se refiere al Antiguo Testamento como “las santas Escrituras” (Romanos 1:2), “la palabra de Dios” (Romanos 3:2) y las “Sagradas Escrituras” (2 Timoteo 3:15), títulos que expresan su origen y autoridad divinos. Jesús y los apóstoles usaron la palabra “Escritura” o “Escrituras” sólo en referencia a un conjunto de escritos bien conocido y firmemente establecido. Como cuando Jesús dijo a los dirigentes judíos: “Escudriñad (o Escudriñáis) las Escrituras” (Juan 5:39), o como cuando Pablo discutió con los judíos en Tesalónica “declarando y exponiendo por medio de las Escrituras” (Hechos 17:2, 3), las Escrituras hebreas: la ley, los profetas y los escritos.

La misma autoridad llegó a adjudicarse a los 27 libros del Nuevo Testamento. En 1 Timoteo 5:18 Pablo yuxtapone una declaración de Jesús: “Digno es el obrero de su salario” con una cita del Antiguo Testamento (Deuteronomio 25:4), e introduce ambas con la frase: “Pues la Escritura dice”. La frase introductoria sugiere que Pablo estaba familiarizado con el Evangelio de Lucas y lo reconocía como Escritura. En una manera similar, Pedro reconoce las cartas de Pablo como Escritura, “según la sabiduría que le ha sido dada” (2 Pedro 3:15) colocando sus epístolas en un mismo nivel que “las otras Escrituras” (2 Pedro 3:16), por las cuales indudablemente se refirió al Antiguo Testamento.

Pablo, Pedro y Juan usan expresiones que exhiben claramente su comprensión de estar impulsados, como los profetas de antaño, por el Espíritu Santo (Efesios 3:4, 5; 1 Pedro 1:12; Apocalipsis 1:10, 11). Son conscientes de estar hablando y escribiendo con autoridad divina.

2 Timoteo 3:16 – Codex Sinaiticus

La aplicación de 2 Timoteo 3:16, de que toda Escritura es inspirada por Dios, debiera hacerse no sólo a los libros del Antiguo Testamento sino también a los del Nuevo Testamento. Por tanto, que sus escritos ya estuviesen reconocidos como Escritura inspirada por autores cristianos del siglo II d.C. provee justificación adicional para tal aplicación.

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